Octubre es un mes de fe, esperanza y tradición en todo el Perú. Las calles se visten de morado y miles de corazones se unen en oración al Señor de los Milagros, símbolo de amor y fortaleza espiritual. En el Colegio de los Sagrados Corazones Recoleta, esta devoción se vive con alegría y gratitud, como parte de una formación que integra la fe con la vida escolar.
Cada año, nuestra comunidad educativa se prepara con entusiasmo para rendir homenaje al Cristo Moreno. Estudiantes, docentes, familias y colaboradores se unen para expresar su fe a través de oraciones, cantos, alfombras florales y actividades que reflejan el espíritu recoletano.
El Señor de los Milagros: una tradición que une fe y esperanza
La historia del Señor de los Milagros comenzó en el siglo XVII, cuando un grupo de afroperuanos pintó la imagen de Cristo crucificado en una pared del barrio limeño de Pachacamilla. Pese a los terremotos que azotaron la ciudad, la pintura se mantuvo intacta, y desde entonces millones de fieles la veneran como símbolo de fe, esperanza y consuelo.
Cada octubre, la procesión del Cristo Moreno recorre las calles de Lima, reuniendo a miles de personas que oran y cantan con profunda devoción. El color morado, las flores y el incienso se convierten en signos visibles de una fe que trasciende generaciones y une al país en un mismo sentimiento de gratitud.
A través de esta celebración, recordamos la importancia de mantener viva la fe y de vivirla con compromiso, como parte de la identidad espiritual que caracteriza a nuestra comunidad educativa.
Cómo vivimos el mes morado en el colegio
Durante octubre, cada rincón del colegio se llena de símbolos del mes morado. Las aulas, pasillos y patios se decoran con tonos violetas, cruces, flores y mensajes que inspiran reflexión. Desde los más pequeños hasta los estudiantes mayores, todos participan con entusiasmo en las actividades preparadas para honrar al Señor de los Milagros.
Uno de los momentos más esperados es la procesión interna, en la que la imagen del Cristo Moreno recorre los espacios del colegio. Los estudiantes, vestidos de morado, acompañan el anda con cantos y oraciones, mientras alfombras florales y murales decoran el camino. Es un acto que une fe, arte y comunidad en una experiencia compartida.
Las familias también son protagonistas de esta celebración. Padres y madres de familia se suman a la preparación de las alfombras, al acompañamiento de la procesión y a los espacios de oración. Este trabajo conjunto fortalece los lazos entre hogar y escuela, y refuerza el sentido de comunidad que nos distingue.

La fe como parte de la formación integral
Las celebraciones en honor al Señor de los Milagros forman parte de una educación que busca inspirar esperanza, empatía y solidaridad. Más allá del aspecto religioso, este tiempo es una oportunidad para reflexionar sobre el servicio, la gratitud y la importancia de compartir lo mejor de cada uno.
La participación en el mes morado permite a los estudiantes desarrollar sensibilidad espiritual y compromiso con los valores que los acompañarán en su vida. Aprenden que la fe también se manifiesta en los pequeños gestos de respeto, ayuda mutua y cuidado de los demás.
Además, estas vivencias fortalecen la identidad recoletana. Cada oración, canto o actividad artística deja una huella en la formación de los alumnos, recordándoles que la fe se construye con acciones y que ser parte de esta comunidad implica vivir con esperanza y alegría.
Un llamado a vivir con devoción y gratitud
El Colegio de los Sagrados Corazones Recoleta vivió octubre como un tiempo de encuentro y reflexión. La celebración del Señor de los Milagros fue una oportunidad para agradecer, compartir y renovar la fe que une a toda la comunidad.
Durante el mes morado, estudiantes, familias y colaboradores participaron con entusiasmo en las distintas actividades preparadas para rendir homenaje al Cristo Moreno. Cada oración, canto y gesto solidario reflejó los valores que inspiran esta tradición y que continúan guiando el camino recoletano.
El ejemplo del Señor de los Milagros fortaleció la esperanza, la unión y el compromiso con el servicio. Cada estudiante llevó en su corazón la alegría de vivir la fe con gratitud, reconociendo en esta celebración una experiencia que dejó huella en toda la comunidad educativa.
